Post by lechu14 on Dec 19, 2005 9:11:49 GMT -3
REY DE COPAS: BOCA 1 (4) - PUMAS 1 (3)
La fiesta de 15
Después del sufrimiento por los penales, llegó la locura. Los jugadores festejaron por el nuevo reinado y se lo dedicaron a Diego y... sí, a River.
El cielo explota. Parece de día. El humo nubla la vista y engaña el olfato. La boca se seca y el gusto no es el mismo. Hace falta pellizcarse para testear el tacto y creer que es cierto. Todo parece fallar. Pero no es así: Boca tiene los cinco sentidos preparados para festejar, para delirar. Para aplaudir y emocionarse con el Pato, el enorme Pato Abbondanzieri que atajó dos penales (y van) y frena al Negro Ibarra porque el último lo quiere él. Y le mete el alma a ese fierrazo que le da a Boca la Sudamericana, la Copa que faltaba para redondear un semestre bárbaro, para ser Rey de Copas...
Por eso la Bombonera se mueve para allá, se mueve para acá. Y late y se estremece cuando el arquero se arrima a la tribuna para estar un poco más cerca de la gente. ¿Un poco más cerca? ¿Es posible? Mmm. Pero igual lo intenta. "Por suerte se me dio una vez más", dice. "Es para mi viejo", dedica, con lágrimas, el más ganador (junto con Guillermo) de la historia de Boca con 13 títulos. Un dato para guardarlo en el corazón. Como a todo este grupo, que está en la historia del club, en la memoria de cada fanático. Porque si algo logró Basile es armar un equipo que se recita de memoria. Y por ahí anda el Coco, sonriendo, con su voz llena de arrugas, leyendo las banderas que en lugar de hostigarlo ahora le piden perdón, prendiéndose en cuanto abrazo se le propone, sorprendiéndose ante las felicitaciones de ¡Juanes!, que no tiene la camisa negra, pero sí una sonrisa enorme. "Vamos para allá", ordena el DT. Y allá es con sus hombres, los que hace apenas cuatro días atrás le habían dado su primer título local, los que hoy lo hacen bailar y le suplican que ensaye el avioncito made in Bianchi. Pero no hay caso. Ojo, la fiesta sigue igual, única, irrepetible. No hay manera de imitarla. Ya desde antes de que el equipo saliera a la cancha, La Boca está de joda.
Algunos piden huevos, otros aplauden fútbol, todos transpiran pasión, locura, mística. Esa mística copera que Boca supo construir. Principalmente con el laboratorio del Toto, el celular del Virrey y la sabiduría de Basile. La que lo dejó en el lugar que tanto quería, que tanto deseaba. La que lo lleva a poder gritar con argumentos "Rey de Copas la puta que lo parió". Sin importar qué haga el resto. Independiente(mente) de si viene el Transvaal, si aparece otra potencia de Surinam o si se arma un soltero contra casados. Boca alcanzó a la niña bonita, los 15 campeonatos internacionales. Para codearse con los de Avellaneda, con el Real Madrid y el Milan. Y andá a llorar a la iglesia. Y andá a cantarle a Gardel. O al Gardel del fútbol, el Maradona del tango. Diego, lógico. Que vive con medio cuerpo afuera de su palco, que junta las manos, le pide a Dios otra noche de 10 y se golpea el pecho cuando los jugadores le dedican el título.
Los 500 hinchas de Pumas que están en un rinconcito de la tercera bandeja se miran sin saber qué hacer: reír o llorar. Se quedaron sin nada, es cierto, pero se colaron en un festejo como pocos en el mundo. Bah, como ningún otro. En el que los papelitos, los globos azules y amarillos y las bombas de estruendo sirven de cotillón. Y los hinchas ponen la música. Los hits se repiten. No hay lentos. Todo es pe-pe-pe-pé. Sí hay clásicos. Sí hay ganas de cantarle a River, de gastarlo, de dedicarle otra alegría. Porque ya se acerca Nochebuena, porque ya se acerca Navidad... Y hay brazos levantados adentro y afuera del campo de juego. Y me río de Mostaza. Y me río de Gallardo. Y me río de Cardetti. Y hasta me río de la voltereta de Marioni, que intimidó un poquito. No mucho, pero al fin de cuentas sirvió para que el equipo reaccionara. ¿Con algo de Ortelli? Sí, de Guillermo, el automovilista, fana de Boca, que en pleno banco de suplentes se enloquece con Gabriel Palermo, el hermano del Loco... Y del Mellizo, y del Chelo Delgado, héroes ayer, héroes hoy. Y Boca que deja todo. Lo necesario para tener un final feliz. Porque a una final así no podía faltarle un sustito. La película debía tener un condimento especial. Si no era muy fácil. Tanto como reconocer que la Sudamericana está en buenas manos. En las manos que aplauden, revolean remeras y se mueven. Los penales ya fueron. Y Boca está de fiesta. La fiesta de 15.
www.ole.com.ar/diario/2005/12/19/info.pdf
La fiesta de 15
Después del sufrimiento por los penales, llegó la locura. Los jugadores festejaron por el nuevo reinado y se lo dedicaron a Diego y... sí, a River.
El cielo explota. Parece de día. El humo nubla la vista y engaña el olfato. La boca se seca y el gusto no es el mismo. Hace falta pellizcarse para testear el tacto y creer que es cierto. Todo parece fallar. Pero no es así: Boca tiene los cinco sentidos preparados para festejar, para delirar. Para aplaudir y emocionarse con el Pato, el enorme Pato Abbondanzieri que atajó dos penales (y van) y frena al Negro Ibarra porque el último lo quiere él. Y le mete el alma a ese fierrazo que le da a Boca la Sudamericana, la Copa que faltaba para redondear un semestre bárbaro, para ser Rey de Copas...
Por eso la Bombonera se mueve para allá, se mueve para acá. Y late y se estremece cuando el arquero se arrima a la tribuna para estar un poco más cerca de la gente. ¿Un poco más cerca? ¿Es posible? Mmm. Pero igual lo intenta. "Por suerte se me dio una vez más", dice. "Es para mi viejo", dedica, con lágrimas, el más ganador (junto con Guillermo) de la historia de Boca con 13 títulos. Un dato para guardarlo en el corazón. Como a todo este grupo, que está en la historia del club, en la memoria de cada fanático. Porque si algo logró Basile es armar un equipo que se recita de memoria. Y por ahí anda el Coco, sonriendo, con su voz llena de arrugas, leyendo las banderas que en lugar de hostigarlo ahora le piden perdón, prendiéndose en cuanto abrazo se le propone, sorprendiéndose ante las felicitaciones de ¡Juanes!, que no tiene la camisa negra, pero sí una sonrisa enorme. "Vamos para allá", ordena el DT. Y allá es con sus hombres, los que hace apenas cuatro días atrás le habían dado su primer título local, los que hoy lo hacen bailar y le suplican que ensaye el avioncito made in Bianchi. Pero no hay caso. Ojo, la fiesta sigue igual, única, irrepetible. No hay manera de imitarla. Ya desde antes de que el equipo saliera a la cancha, La Boca está de joda.
Algunos piden huevos, otros aplauden fútbol, todos transpiran pasión, locura, mística. Esa mística copera que Boca supo construir. Principalmente con el laboratorio del Toto, el celular del Virrey y la sabiduría de Basile. La que lo dejó en el lugar que tanto quería, que tanto deseaba. La que lo lleva a poder gritar con argumentos "Rey de Copas la puta que lo parió". Sin importar qué haga el resto. Independiente(mente) de si viene el Transvaal, si aparece otra potencia de Surinam o si se arma un soltero contra casados. Boca alcanzó a la niña bonita, los 15 campeonatos internacionales. Para codearse con los de Avellaneda, con el Real Madrid y el Milan. Y andá a llorar a la iglesia. Y andá a cantarle a Gardel. O al Gardel del fútbol, el Maradona del tango. Diego, lógico. Que vive con medio cuerpo afuera de su palco, que junta las manos, le pide a Dios otra noche de 10 y se golpea el pecho cuando los jugadores le dedican el título.
Los 500 hinchas de Pumas que están en un rinconcito de la tercera bandeja se miran sin saber qué hacer: reír o llorar. Se quedaron sin nada, es cierto, pero se colaron en un festejo como pocos en el mundo. Bah, como ningún otro. En el que los papelitos, los globos azules y amarillos y las bombas de estruendo sirven de cotillón. Y los hinchas ponen la música. Los hits se repiten. No hay lentos. Todo es pe-pe-pe-pé. Sí hay clásicos. Sí hay ganas de cantarle a River, de gastarlo, de dedicarle otra alegría. Porque ya se acerca Nochebuena, porque ya se acerca Navidad... Y hay brazos levantados adentro y afuera del campo de juego. Y me río de Mostaza. Y me río de Gallardo. Y me río de Cardetti. Y hasta me río de la voltereta de Marioni, que intimidó un poquito. No mucho, pero al fin de cuentas sirvió para que el equipo reaccionara. ¿Con algo de Ortelli? Sí, de Guillermo, el automovilista, fana de Boca, que en pleno banco de suplentes se enloquece con Gabriel Palermo, el hermano del Loco... Y del Mellizo, y del Chelo Delgado, héroes ayer, héroes hoy. Y Boca que deja todo. Lo necesario para tener un final feliz. Porque a una final así no podía faltarle un sustito. La película debía tener un condimento especial. Si no era muy fácil. Tanto como reconocer que la Sudamericana está en buenas manos. En las manos que aplauden, revolean remeras y se mueven. Los penales ya fueron. Y Boca está de fiesta. La fiesta de 15.
www.ole.com.ar/diario/2005/12/19/info.pdf