Post by skiel on Dec 9, 2005 8:41:30 GMT -3
En estos tiempos de guerra, la figura de John Lennon parece agigantarse con cada misil, con cada genocidio o exterminio social y cultural, y quizás ésa sea una de las razones por las que ayer se conmemoró el 25º aniversario de su muerte en cada pequeño rincón del mundo occidental. Desde un concurso de imitadores con el fin de rescatar el espíritu de Lennon en la réplica del club The Cavern, en Buenos Aires, hasta un tributo musical para la cadena BBC a cargo de artistas como Paul Weller, Badly Drawn Boy, Sugababes y Jamie Cullum, grabado en los mismísimos estudios 2 de Abbey Road, en Londres, donde los Beatles registraron la mayoría de sus discos.
Desde una multitud que volvió a llorarlo en el sector Strawberry Fields del Central Park neoyorquino, a pasos del edificio Dakota, frente al que fue asesinado, hasta una suelta de globos blancos en su ciudad natal, Liverpool, con mensajes que rescataron la importancia de su vida y obra: "Al ver lo que pasa en el mundo hoy, necesitamos más que nunca su voz".
Las disquerías londinenses de la cadena Virgin realizaron un minuto de silencio en su nombre y Yoko Ono, la viuda de Lennon, pasó la jornada en "meditación solitaria" y rechazó cualquier tipo de diálogo con la prensa, tal como anunció ayer su vocero. Anteanoche, Ono -acompañada por el hijo de la pareja, Sean Lennon- participó como huésped de honor en la gala donde se anunciaron los premios Grammy, en Nueva York.
Ayer hubo también edificios decorados con gigantografías de Lennon, proyecciones de sus películas, festivales y reuniones espontáneas en cada uno de los sitios donde el apellido Lennon no significa otra cosa que sinónimo de "amor y paz".
De todas formas, muy probablemente el mejor homenaje se lo haya dado la gente común, su público, sus fans alrededor del planeta, personas como Mark Elsis, un neoyorquino que ha creado sitios en Internet del músico, de Yoko Ono y del hijo de ambos, Sean Lennon, y que concurre a ese espacio espiritual bautizado Strawberry Fields, en pleno Manhattan, cada año desde el primer aniversario: "Estaba aquí hace 25 años, conducía un taxi y oí a un locutor local diciendo que habían disparado contra Lennon frente a los apartamentos Dakota. Llevé mi taxi ahí y había ya entre sesenta y ochenta personas en sólo media hora, un lunes por la noche. Aquella noche me quedé más tiempo que nadie y juré sobre su sangre que iba a cambiar el mundo... Juré que iba a difundir su mensaje".
La Nación
09/12/05
Desde una multitud que volvió a llorarlo en el sector Strawberry Fields del Central Park neoyorquino, a pasos del edificio Dakota, frente al que fue asesinado, hasta una suelta de globos blancos en su ciudad natal, Liverpool, con mensajes que rescataron la importancia de su vida y obra: "Al ver lo que pasa en el mundo hoy, necesitamos más que nunca su voz".
Las disquerías londinenses de la cadena Virgin realizaron un minuto de silencio en su nombre y Yoko Ono, la viuda de Lennon, pasó la jornada en "meditación solitaria" y rechazó cualquier tipo de diálogo con la prensa, tal como anunció ayer su vocero. Anteanoche, Ono -acompañada por el hijo de la pareja, Sean Lennon- participó como huésped de honor en la gala donde se anunciaron los premios Grammy, en Nueva York.
Ayer hubo también edificios decorados con gigantografías de Lennon, proyecciones de sus películas, festivales y reuniones espontáneas en cada uno de los sitios donde el apellido Lennon no significa otra cosa que sinónimo de "amor y paz".
De todas formas, muy probablemente el mejor homenaje se lo haya dado la gente común, su público, sus fans alrededor del planeta, personas como Mark Elsis, un neoyorquino que ha creado sitios en Internet del músico, de Yoko Ono y del hijo de ambos, Sean Lennon, y que concurre a ese espacio espiritual bautizado Strawberry Fields, en pleno Manhattan, cada año desde el primer aniversario: "Estaba aquí hace 25 años, conducía un taxi y oí a un locutor local diciendo que habían disparado contra Lennon frente a los apartamentos Dakota. Llevé mi taxi ahí y había ya entre sesenta y ochenta personas en sólo media hora, un lunes por la noche. Aquella noche me quedé más tiempo que nadie y juré sobre su sangre que iba a cambiar el mundo... Juré que iba a difundir su mensaje".
La Nación
09/12/05