skiel
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Post by skiel on Nov 17, 2005 8:56:08 GMT -3
Rostro que nace, que sirve, que yace. Fruto que sale, que sirve. Tiempo que está.
Rostro que sale, no sirve, no nace. Fruto que yace, no está. El tiempo no sirve.
Rostro que yace, no sirve y nace. Fruto que sirve, no tiene tiempo.
Rostro que está, fruto que sirve, tiempo que yace.
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Post by Goldmundo on Nov 17, 2005 12:14:56 GMT -3
Hay algo dentro mío algo que da vueltas que va y viene que viene y va
No importa lo que haga que busque mil cosas que hacer siempre vuelve de algún modo aparece sin un por qué
¿Qué enfermedad es ésta, que estando yo tan sano ahora no me deja en paz? Pero no es un dolor cualquiera es un simple vacío de algo que no está; pero que de algún modo, cuando su imagen se me presenta un placer espectral recubre mi ser
Maldito el tiempo que se escapa a todo control humano; pero si hubiese algo inexplicable que me diera aunque sea una oportunidad congelaría el tiempo en ese instante en que tu piel ya no sea más tu piel, en que mi piel ya no sea más mi piel, sino solamente eso... ¿acaso debo decir qué es?
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skiel
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Post by skiel on Nov 17, 2005 12:22:27 GMT -3
Maravilloso, bravísimo Goldmundo!.
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Post by guivarela on Nov 19, 2005 1:45:56 GMT -3
1. Muy bueno lo suyo Sr. Administrador... siempre tan adicto a la escritura...
2. Deleite para los ojos Goldmundo; a propósito de traer recuerdos de épocas (prósperas?) no muy remotas a mi cabeza.
GUILLE
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Post by skiel on Nov 20, 2005 14:51:30 GMT -3
vamos Guille, soltá la pluma...
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Post by guivarela on Dec 3, 2005 23:51:21 GMT -3
Escrito publicado originalmente en Sin Fronteras n°6 y está dedicada a un amor imposible. Abrazo... GUILLE
Un deseo en la eternidad (la leyenda de Solest)
Cuenta la leyenda popular, esa que no sabe de libros de historia, que en siglo V de nuestra era, se erigía sobre estas tierras (actualmente la Cdad. de Bs. As.), un pequeño gran imperio bajo la tutela de Irios, guerrero y gran pensador de la época. Su esposa, Clanel, había dado a luz dos pequeñas hijas, Solest y Ladelas. Ambas mujeres habían sido criadas con los mejores cuidados y cariños. Su belleza cautivaba a todo el reino, aún a los más escépticos. Y a medida que ambas crecían, su hermosura se incrementaba aún más. Un buen día el hechicero real vaticinó una eternidad en penumbras, si no se cumplía con el designio de los dioses. Ya que una de las hijas del rey pertenecía al sino oscuro. Dicho mandato encomendaba la muerte de Solest antes de ser desposada. Por consiguiente y con mucho pesar, Irios, ordenó dar muerte a su hija. Frendes, la joven que cuidaba de la bella Solest le comunicó su destino y ésta emprendió su huída lejos de los lindes del castillo. La guardia real había comenzado su persecución. La bella heredera real vagó, huyendo de su muerte, durante días hasta que cayó, ya sin fuerzas, a la vera de un río. Un joven, llamado Guilnes, la encontró casi sin vida y la llevó hasta su humilde casa. La cobijó y cuidó de ella durante días hasta que, al fin, recobró el conocimiento. Guilnes había quedado impresionado por la absoluta y particular belleza de Solest... sus ojos, su boca, su ser... dejaba entrever una sencillez singular. Sintió la necesidad de besarla, dudó, pero lo hizo. Ella sintió el calor de sus labios, una sensación que le recorrió el cuerpo que la hizo estremecer. Sus corazones y cuerpos se fusionaron, un vendaval de pasión cirnióse sobre ellos. Entregándose el uno al otro. Solest, agradecida, prometió amor eterno a su amado. Así, tan pronto como el nuevo día estaba naciendo, buscaron al brujo que los casaría. Él los llevó hasta el altar de las promesas, donde se entregarían el uno al otro. Tras besar sus suaves labios, Guilnes sintió un escalofrío que lo paralizó. Una flecha, de la guardia real, había alcanzado la humanidad de Solest. Ella se desmoronó lentamente en su regazo, logrando arrebatarle un último beso de despedida a su hombre. Desconsolado, maldijo a los dioses por el trágico destino. A través de lágrimas y un intenso dolor, arrodillóse y levantando el cuerpo de su amada, se encaminó en busca de un lugar para enterrar su ser. Se armó de fuerzas para seguir. Caminó y caminó por años hasta caer, ya sin vida con Solest, aún pura y bella; en sus brazos. Prometiendo no separarse de ella hasta el fin de los tiempos. Ya ha pasado mucho tiempo desde aquella trágica y sencilla historia; de hecho, no quedan vestigios de aquel reino. Nunca más se supo el paradero de Guilnes y Solest; aunque algunos transeúntes dicen haberlos divisado, caminando de la mano, por Crisólogo Larralde entre el 1000 y 1500. Otros, no tan cuerdos, los han visto viajando en el colectivo 29 y rondando por el Hospital de Niños. Dada la complejidad de vuestros corazones, no se los puede ver fácilmente. Aunque se darán cuenta de que ellos están cerca cuando la necesidad de besar a alguien en los labios sea inevitable.
GUILLE
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Post by skiel on Dec 4, 2005 10:57:01 GMT -3
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Post by wowposter on Oct 28, 2008 9:14:40 GMT -3
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